La calle de los valientes (Relato corto)
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La calle de los valientes

Camina lentamente mientras va identificando cada una de las casas: aquella es la de la señora Dolores, la otra es de Juanito, esta es la de Federico y la de más allá es la de Patricio. Muchos de los amigos de la infancia se casaron y tuvieron hijos, o simplemente se fueron del pueblo. Mira la iglesia, toda blanca, con su gran campana y sus grandes ventanales donde él solía ponerse para sentir mejor la brisa. Al instante sonó la campana y vio que iban a ser las 6 de la tarde. Sus ojos se fueron a la calle solitaria que tenía al frente y que estaba a punto de transitar: era la famosa Calle de los valientes.
En su infancia, recuerda, que nunca llegó a caminar por aquel lugar donde supuestamente había perros invisibles. La gente decía que en aquella calle, después de las 6 dela tarde, habitaban sombras que te silbaban al oído, te agarraban el cabello o te mordían las piernas. Los pocos que habían pasado por allí se armaban de valor, palos y piedras para poder defenderse. Normalmente, la gente tomaba el Callejón de la salvación, llamado así en honor de aquellos que no se atrevían a cruzar la calle principal.
Recordó y siguió caminando, sintiéndose algo extraño. Tal vez por eso apresuró los pasos. Por un instante pensó que aquellos eran cuentos falsos y que él había crecido. Sin embargo, un escalofrío recorrió todo su cuerpo y tuvo deseos de salir corriendo: tal vez, muchas cosas permanecían iguales, pensó. Cuando llegó al final de la calle, sintió cierto alivio y caminó despacio nuevamente. Un sentimiento sano de orgullo lo invadió, como si aquello hubiese sido una prueba de fuego. Suspiró y tiró a la calle una piedra grande que llevaba en la mano, mientras escuchaba que la campana seguía sonando.

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