With simplicity, many angels in one body

Do you like to bet? I like to laugh and I strive to do so. I avoid crying. I hardly ever cry. But when I'm invited to laugh and cry at the same time, I say "what?" And immediately accept the bet.
Rafael Martínez, director and playwright of the company Teatro sobre el Camino, invited me to the premiere of his latest production titled Bad Words.
"Are there many bad words?" I joked.
"Maybe. You might have to cover your ears," he replied, smiling.

Let me tell you about the play:
The children Flor and Pelos play a game of finding bad words in the dictionary. A forbidden little game, a small secret. They lock themselves in the bedroom, hiding from Flor’s mother. They find "naughty" little words like "quarrelsome," "goffered," "adoption." But they are about to discover deeper things: the distinction between Good and Evil; and the Pain within the family.

Based on the text of the same name by Perla Szuchmacher, this newly premiered dramatic comedy catches you off guard. From playing an innocent pastime, the children move on to uncover a family secret. And more. They discover (along with the audience) various family conflicts turned into customs. Between parents hiding things, a persecuting teacher, and a nightmare where Saturn devours his children, tense situations unfold, sprinkled with quite a few humorous moments… Yes, I know, I’m losing the bet.

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Such grave situations are portrayed with such simplicity that they can be appreciated equally by child and adult audiences. The tragicomic tone aids this, as does the musical choice and the surprising staging.

_{This little girl sitting near me got frightened by the lightning flash, exclaimed several times, and laughed}

Yes, no doubt about it. Many angels can live in the head of a pin. Rafael’s extensive culture and restless imagination allow him to exploit multiple meanings using a single object. Thus, a medium-sized puzzle piece (painted on both sides, with its typical gaps and tabs) functions as a character’s face, a stage prop, and a fragment of a universal work of art, in harmony with the dramatic text. An expressive minimalism that gives you goosebumps when the object changes meaning through a simple gesture from the actress.

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Regarding the performance: I won’t say it’s "brilliant, intense, full of expressive resources," because you’ll think I’m in love with the actress; but if you can convincingly embody six characters with your single body, you tell me and I’ll come running to see you perform immediately. Didn’t I say it was a one-person show? Oh, I’m so sorry.

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I’ve enjoyed Elizabeth Aguilera starring in several plays by this theater company. I lived two years away from Santa Clara and couldn’t appreciate her during that time. Her performance hasn’t changed. Her acting remains moving, with surprising voice changes and modulations (from shouts to whispers), full of varied facial expressions (from anger to tenderness) and elegant, feline movements that give her total command of the stage space.

But the show doesn’t end here. It has the added beauty that the venue of Teatro sobre el Camino is nestled in a marginal neighborhood of Santa Clara: the Robles area, known for its various social problems, which need not be listed here.
Now those children and parents from dysfunctional families have great reasons to appreciate that Beauty also exists in the world. With a capital B, of course.

The audience’s applause was unanimous, like the poet’s swans. Rafa, yes, I lost the bet. What do I owe you?

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EN ESPAÑOL

Con sencillez, muchos ángeles en un solo cuerpo

¿Te gusta apostar? A mí me gusta reír y me esfuerzo por hacerlo. Evito llorar. Casi nunca lloro. Pero cuando me invitan a reír y llorar al mismo tiempo digo ¿qué? Y de inmediato acepto la apuesta.
Rafael Martínez, director y dramaturgo de la compañía Teatro sobre el Camino, me invitó al estreno de su última representación titulada Malas palabras
—¿Hay muchas malas palabras? —bromeé.
—Quizás. A lo mejor tienes que taparte los oídos —replicó él, sonriente.

Te cuento de qué va la obra:
Los niños Flor y Pelos juegan a encontrar malas palabras en el diccionario. Un jueguito prohibido, un pequeño secreto. Se encierran en el dormitorio, a escondidas de la madre de Flor. Encuentran “malas” palabrejas como “pendenciero”, “gofrar”, “adopción”. Pero van a descubrir cosas más profundas: la distinción entre el Bien y el Mal; y el Dolor dentro de la familia.

Basada en el texto homónimo de Perla Szuchmacher, esta comedia dramática recién estrenada, te coge desprevenido. De jugar a un pasatiempo inocente, los niños pasan a descubrir un secreto familiar. Y más. Descubren (junto al espectador), diversos conflictos familiares convertidos en costumbres. Entre padres que ocultan cosas, una maestra perseguidora y una pesadilla donde Saturno se come a sus hijos, se deslizan situaciones tensas, salpicadas de no pocos momentos humorísticos… Sí, ya sé, voy perdiendo la apuesta.

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Tan graves situaciones son representadas con tal sencillez que pueden ser apreciadas lo mismo por el público infantil como por los espectadores adultos. El tono tragicómico ayuda a ello, igual que la elección musical y la sorprendente puesta en escena.

_{Esta niña sentada cerca de mí, se asustó con el relámpago, exclamó en varias ocasiones y se rió}

Sí, no lo dudes. Pueden vivir muchos ángeles en la cabeza de un alfiler. La extensa cultura e inquieta imaginación de Rafael, le permite explotar múltiples significados utilizando un solo objeto. Así, una mediana pieza de rompecabezas (pintada por delante y detrás, y con sus típicos huecos y orejas), funciona como rostro de personaje, utensilio escénico y fragmento de obra del arte universal, en armonía con el texto dramático. Un minimalismo expresivo que te pone la carne de gallina cuando el objeto cambia de significado mediante un simple gesto de la actriz.

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A propósito de la actuación: No diré que es “genial, intensa, plena de recursos expresivos”, porque van a pensar que estoy enamorado de la actriz; pero si tú puedes, con tu único cuerpo, encarnar seis personajes de manera bien convincente, me lo dices y salgo corriendo de inmediato a verte actuar. ¿No dije que se trataba de un unipersonal? Oh, lo siento mucho.

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He disfrutado a Elizabeth Aguilera protagonizando varias obras de esta compañía teatral. Viví dos años fuera de Santa Clara y no he podido valorarla en ese lapsus de tiempo. No ha variado su desempeño. Su actuación sigue siendo conmovedora, con cambios de voces y modulaciones sorpresivas (desde el grito hasta el susurro), llena de variadas expresiones faciales (de la ira a la caricia) y movimientos elegantes, felinos, que le dan total dominio del espacio escénico.
Pero aquí no termina la función. Posee la hermosura añadida de que la sede de Teatro sobre el Camino está enclavada en un barrio marginal de Santa Clara: la zona de Robles, conocida por sus diferentes problemas sociales, que no viene al caso enumerar.
Ahora esos niños y padres de familias disfuncionales tienen grandes motivos para apreciar que en el mundo también existe la Belleza. Con B mayúscula, por supuesto.
El aplauso del público fue unánime, como los cisnes del poeta. Rafa, sí, perdí la apuesta, ¿qué te debo?